De los "zoocriaderos" del régimen al mercurio en la sangre de los delfines
La riqueza biológica del sur de Venezuela está siendo saqueada y exterminada con la misma voracidad que sus minerales. Durante el cierre de 2025, evidencias periodísticas y científicas han destapado cómo la destrucción de la fauna no es un daño colateral, sino parte de un esquema de negocio criminal amparado por las instituciones del régimen.
La farsa de los "Zoocriaderos" y el tráfico legalizado
El pasado 7 de noviembre, en el Punto de Control de Maripa (municipio Sucre), la Guardia Nacional detuvo un camión Ford-350 que transportaba ilegalmente once ejemplares de "mono viudita". Lejos de ser un caso aislado de furtivismo, los documentos del vehículo apuntaron a Antonio Ramírez Valera, representante del "Zoocriadero ALAZÁN GAC".
Este incidente confirma las denuncias de investigaciones como la "Operación Morrocoy" (Armando.info/Mongabay), que señalan que el Ministerio de Ecosocialismo ha otorgado licencias a supuestos centros de conservación que, en realidad, funcionan como fachadas para el blanqueo y comercialización internacional de especies exóticas. El Estado no protege la fauna; la empaqueta para la exportación ilegal.
Símbolos nacionales secuestrados y envenenados
El desprecio por la vida silvestre se hizo viral en un video de TikTok grabado en una mina ilegal. Las imágenes mostraron a un Águila Arpía —el ave rapaz más poderosa del continente y símbolo de soberanía— atada miserablemente junto a tambores de combustible y perros, reducida a un trofeo curioso en medio de la devastación de su hábitat.
A esto se suma el envenenamiento silencioso de las aguas. La Fundación Omacha ha lanzado una alerta roja: los delfines rosados (toninas) del Orinoco medio están nadando en veneno. Análisis toxicológicos encontraron niveles de mercurio de hasta 42 mg/kg en algunos ejemplares, una cifra monstruosa consecuencia directa del uso descontrolado de azogue en las balsas mineras. El Caimán del Orinoco, especie endémica y en peligro crítico, enfrenta el mismo destino ante la fragmentación de su hábitat.
Bajo la administración de la narcodictadura, la fauna venezolana tiene dos opciones: morir intoxicada en un río de mercurio o terminar en una jaula con sellos oficiales del ministerio.