El Eje Roraima-Bolívar: un corredor criminal de oro, corrupción y muerte

La frontera entre Venezuela y Brasil se ha transformado en un "ducto caliente" para el crimen organizado, donde el oro extraído ilegalmente fluye hacia el norte mientras la violencia, la corrupción y la enfermedad se arraigan en las comunidades del sur. Nuevos reportajes e incidentes revelan una red criminal transnacional que opera con protección política y deja una estela de devastación humana y ambiental.

La base de esta operación es política. Un análisis de InSight Crime sobre las elecciones municipales en Venezuela destaca cómo los estados Bolívar y Amazonas se han convertido en piezas clave de un engranaje criminal, donde el poder local se alinea para facilitar la explotación ilegal de oro y coltán. Este sistema crea el ambiente perfecto para que florezcan esquemas de contrabando a gran escala.

La evidencia de este flujo es abrumadora. En un operativo sin precedentes, la Policía Federal de Brasil incautó 104 kilogramos de oro ilegal en una carretera de Roraima. El cargamento, valorado en más de 11 millones de dólares, estaba oculto en una camioneta conducida por un empresario que viajaba con su familia como fachada. Apenas un día después, otros 40 kilogramos de oro fueron decomisados en el estado de Pará, demostrando que no se trata de un hecho aislado, sino de una ruta consolidada del crimen.

Detrás de estos decomisos se esconden redes sofisticadas. Un reportaje de Armando.Info expone cómo la miseria de Venezuela fue la prosperidad de Brubeyk Nascimento, un traficante brasileño que amasó una fortuna con oro venezolano, llegando a tener vínculos con altos mandos militares. En otra investigación, el mismo portal reveló el caso de Alibaba Gold Center, una empresa en Bolívar que sirvió de fachada para una banda "veneca" que contrabandeó unos 800 millones de dólares en oro, con miembros que hoy viven impunemente en Venezuela.

Mientras las mafias se enriquecen, las comunidades pagan el precio más alto con su salud. Un devastador informe de Deutsche Welle (DW) revela cómo la contaminación por mercurio está intoxicando a los pueblos originarios de la Amazonía, causando daños neurológicos y malformaciones. Esta tragedia se vive en carne propia en Venezuela. En El Callao, el mercurio es “el veneno que respiramos”, afectando a mineros y sus familias. Y en Los Pijiguaos, la situación es aún más grave, pues la exposición a la radiación por la extracción de casiterita está causando la aparición de quistes y tumores entre la población indígena y criolla.

La muerte es una constante en esta espiral de destrucción, como lo demuestra el trágico fallecimiento de un minero de 35 años en la mina La Sarrapia, en El Callao. Cada gramo de oro que cruza la frontera lleva consigo una historia de corrupción política, crimen organizado y un costo humano incalculable.